30 de Marzo
Cambie de lugar los embalajes y junté los libros sobre el escritorio que va de punta a punta. El orden en que los junté me resultó tan difícil como ordenar la biblioteca: ¿Por temas? ¿Por autores? ¿Por colecciones? ¿Por tamaño? ¿Color? Hace tiempo decidí hacer un espacio para los "fuera de serie". Ya sea que pertenezcan a una colección, autor, o tema particular, los "fuera de serie" son textos que me produjeron un movimiento en el pensamiento. Basta el fulgor de una línea para que un libro sea llevado junto a los "fuera de serie". Ahí estaban, juntos, entre otros, Pequeño mundo ilustrado, de María Negroni; Teleshakespeare, de Jorge Carrión; Clases, de Daniel Link; Cuestión de énfasis, de Susan Sontag y Fragmentos de un discurso amoroso, de Barthes…El más reciente: Ausencia, de Byung Chul Hang.
El dolor corporal me hizo notar el cansancio. Necesite a Laly.
En instagram ví videos de delfines que nadaron por los canales de Venecia. Después de varios días de cuarentena, la actividad humana en las ciudades de todo el planeta disminuyó y parece que hasta el Himalaya se tornó visible.
Pensé en Laly y me decidí a verla en cuanto termine la cuarentena.
Instalé Stremio. Una plataforma para ver contenidos online. Le pasé la data a Jere y Marri, también a Guille, fanático de Kodi.
Terminé de juntar los pequeños objetos que siempre se resisten a mudarse y les di nuevo orden a todos los embalajes. Visualicé el dia de la mudanza al término de la cuarentena (final de la Seasson 1 a todo culo).
Una olla de cerámica, una taza azul y tres platos (pequeño, mediano y grande), una tabla de madera, algunos cubiertos y algunos alimentos quedaron sobre la mesada.
“Es la primera vez en mi vida que haciendo embalajes siento inmensas ganas de llorar”, anoté en mi moleskine gris. Al lado de ella, La Gaya Ciencia, de Nietzsche, en edición de la Universidad de Valparaíso. Abrí el libro y desde algún lugar del cosmos, Nietzsche soplo: “Solo inventa una mejoría aquel que sabe sentir: ‘Esto no es bueno’”.
El dolor corporal me hizo notar el cansancio. Necesite a Laly.
En instagram ví videos de delfines que nadaron por los canales de Venecia. Después de varios días de cuarentena, la actividad humana en las ciudades de todo el planeta disminuyó y parece que hasta el Himalaya se tornó visible.
Pensé en Laly y me decidí a verla en cuanto termine la cuarentena.
Instalé Stremio. Una plataforma para ver contenidos online. Le pasé la data a Jere y Marri, también a Guille, fanático de Kodi.
Terminé de juntar los pequeños objetos que siempre se resisten a mudarse y les di nuevo orden a todos los embalajes. Visualicé el dia de la mudanza al término de la cuarentena (final de la Seasson 1 a todo culo).
Una olla de cerámica, una taza azul y tres platos (pequeño, mediano y grande), una tabla de madera, algunos cubiertos y algunos alimentos quedaron sobre la mesada.
“Es la primera vez en mi vida que haciendo embalajes siento inmensas ganas de llorar”, anoté en mi moleskine gris. Al lado de ella, La Gaya Ciencia, de Nietzsche, en edición de la Universidad de Valparaíso. Abrí el libro y desde algún lugar del cosmos, Nietzsche soplo: “Solo inventa una mejoría aquel que sabe sentir: ‘Esto no es bueno’”.
31 de marzo
Llamé a mamá. Estaba de buen humor. Aún no había fecha de alta. “Me tienen que hacer un nuevo estudio. Parece que el hígado no me esta trabajando bien.” “¿Vos sentís algún malestar?” “No, solo la herida.” “Estás comiendo, verdad?” “Si, hoy me trajeron posho y un poco de arroz blanco”. Como no podía comer, mamá había estado varios días conectada a una bolsa que contenía un líquido blanco: era un preparado que contenía vitaminas, proteínas y magnesio. Cada vez que el personal de enfermería tenía que prepararlo, necesitaban de condiciones de esterilización similares a las prequirúrgicas y me pedían “por favor, esperá afuera”. Por aquellos días, mamá estaba débil, le costaba hablar; hoy ya estaba mejor.
Yo recupere energías. Comencé a ver Modern Love. Serie producida por Amazon, basada en las columnas del New York Times. El primer capítulo me capturó y me trajo las risas necesarias para cerrar el dia.
Yo recupere energías. Comencé a ver Modern Love. Serie producida por Amazon, basada en las columnas del New York Times. El primer capítulo me capturó y me trajo las risas necesarias para cerrar el dia.
01 de abril
Maru armó un altar en la vereda. Como yo no fui al Moyano, el Moyano vino a mi: pintó la puerta de calle de negro, le dibujó una mariposa de tiza y escribió: “vuela tan alto como lleguen tus alas”. Más típico del Borda que del Moyano.
Durante la tarde, Maru estuvo en el pasillo. Martilló, cantó, escuchó a Maria Elena Walsh y bailó tango con un martillo en la mano. “Dale, Maru, ponele onda. Baja el volumen un toque. Te estoy prestando luz, un poco de respeto, estoy trabajando”. El vecino de arriba miraba por la ventana que da al pasillo. Me mandó un video por wp en el que la loca, desde el patio de su casa, me grita “te voy a dar un machetazo si entras acá”. Rubia, corte carre, cincuenta y cinco años, vestía un solero azul hasta las rodillas y un delantal. Maru no bajó el volumen. Yo no llamé a la policía: “Hola Ana, me voy a hacer la cuarentena al departamento de Alsina” “...” “Me voy a volver loco, Ana. Ya terminé de embalar, viste? Para la mudanza, pero no me puedo quedar acá.” “Dale, dale,. Dale, andá Matías. Está vacío.”
Siguiendo las reglas del método Kondo, ordené toda mi ropa en tres valijas y una caja.
Por la noche, Maru estaba tranquila, yo no. Salí al pasillo y miré el cable negro que pasaba por arriba de la puerta de mi departamento; cable que iba desde el lavadero hasta la ventana de su casa. Lo agarré fuerte y lo tiré varias veces hasta que Maru salió de su casa “¿Que haces, te volviste loco?” “Saca ya este cable de aca ¡Sacalo ya!” Me di la vuelta y entré a casa. Desde mi patio, escuche “Mirá todo lo que rompió sin entrar, este boludo ¡Yo voy a llamar al SAME! ¡Al salame voy a llamar!” “jeropa paraba, jeropa paraba” canturreo la loca. Yo entré a mi casa con una sonrisa en la cara.
Durante la tarde, Maru estuvo en el pasillo. Martilló, cantó, escuchó a Maria Elena Walsh y bailó tango con un martillo en la mano. “Dale, Maru, ponele onda. Baja el volumen un toque. Te estoy prestando luz, un poco de respeto, estoy trabajando”. El vecino de arriba miraba por la ventana que da al pasillo. Me mandó un video por wp en el que la loca, desde el patio de su casa, me grita “te voy a dar un machetazo si entras acá”. Rubia, corte carre, cincuenta y cinco años, vestía un solero azul hasta las rodillas y un delantal. Maru no bajó el volumen. Yo no llamé a la policía: “Hola Ana, me voy a hacer la cuarentena al departamento de Alsina” “...” “Me voy a volver loco, Ana. Ya terminé de embalar, viste? Para la mudanza, pero no me puedo quedar acá.” “Dale, dale,. Dale, andá Matías. Está vacío.”
Siguiendo las reglas del método Kondo, ordené toda mi ropa en tres valijas y una caja.
Por la noche, Maru estaba tranquila, yo no. Salí al pasillo y miré el cable negro que pasaba por arriba de la puerta de mi departamento; cable que iba desde el lavadero hasta la ventana de su casa. Lo agarré fuerte y lo tiré varias veces hasta que Maru salió de su casa “¿Que haces, te volviste loco?” “Saca ya este cable de aca ¡Sacalo ya!” Me di la vuelta y entré a casa. Desde mi patio, escuche “Mirá todo lo que rompió sin entrar, este boludo ¡Yo voy a llamar al SAME! ¡Al salame voy a llamar!” “jeropa paraba, jeropa paraba” canturreo la loca. Yo entré a mi casa con una sonrisa en la cara.
Continuará…