02 de abril
“Buen día Gaby. Cómo estás? Por favor, necesito que me des una mano con la camioneta. Me voy a volver loco con esta loca de mierda!”
Me asomé al pasillo “¿El volumen?" dijo Maru extendiendo la "n" desde la puerta abierta de su departamento. "Ya lo bajo”. Cuando Maru se asomó al pasillo, vi que tenía puesto un vestido blanco descosido a la altura del muslo derecho; no estaba puesta, estaba enojada: ceño fruncido, mirada baja y esquiva. De 7 de la mañana a 10 de la noche, Maru lavaba, infatigablemente, entre 4 y 6 veces el pasillo común. A esa ¿9 am, tal vez? Maru ya contaba un lavado y había comenzado su eterna mudanza que iniciaba por las mañanas y culminaba por las noches desde hacia ya 6 meses ¿En qué nivel del infierno dantesco vivía esa mujer? ¿Cual era la ínfima membrana que me separaba de ese calvario? ¿Qué detergente berreta usa para lavar los pisos? El olor invadía mi patio “Lareconchadetumadrepsicoticaborrachahijaderemilputa!” grité desde la cocina de mi depto. Y entonces le mandé un mensaje a mi vecino de arriba “sabes lo que me dan ganas de hacer? Regalarle una caja de Rutini y un paqueton de merca y que reviente, que se detone y a la mierda!” Me respondió con una foto de los simuladores. “Simulemos un principio de incendio” “Lo que tenemos miedo que nos haga a nosotros?!” “Si y ahi si, llamamos a la cana y se la tienen que llevar!” “Dale!” “Bueno 👍” “No, chicos, no. Si hay fuego no cuenten conmigo”, el abogado de piel tostada y voz rasposa que en cada escena policial salió a la vereda vestido con musculosa y shorts, giró compulsivamente el cuello a los lados como un playmobil y se fue apurado para Juan B Justo.
Ahí quedó todo, en una pequeña escena mental y un textito en el grupo de wp “Qué bonita vecindad!” En cuya foto de perfil se veía a la reina Maru, “la Maru creativa a la que nadie quiere”, palabras de la reina creativa, pintando mariposas salidas del Borda en las paredes de su patio.
“¡Qué difícil es hacer la cuarentena con una vecina psicótica!” “Contame esooo”, me escribió Jere. No le respondí; preferí organizar mi salida de ese departamento “Luis, hola, mirá, mañana me voy de acá” “¿A qué hora?” “No, no sé. A la mañana, pero la hora no.” “Anota. Loyola ####” “Mañana te dejo las llaves, Luis. Mis cosas quedan acá hasta el levantamiento de la cuarentena” “Tranquilo, Matías, tranquilo.”
“Decime una cosa, Luis ¿Le hubieras ofrecido este departamento a una persona que amas? ¿Le hubieras ofrecido este departamento a tus hijas o a tus nietas?” Le hice esa pregunta hace varios meses atrás. No hubo palabras de respuesta, solo una mirada esquiva.”Sabes lo que pasa Luis, pensá la diferencia: mientras yo te ofrecí un terreno en Maschwitz donde construiste ‘la casa de tus sueños’, vos me ofreciste esto sin hablarme de esta hija de puta.”
Muchas veces pensé en mi responsabilidad en el asunto y desde entonces, aunque pensé en lo distinto que hubiera sido todo si Luis me hubiera descrito a Maru, algo cambió en mi manera de construir vínculos, de sostenerlos, evaluarlos.
A las 4 de la tarde estaba nublado. Entrecortado, sonó el timbre. Atendí el portero, no escuche a nadie. Salí a ver. Frente a la puerta que conecta el patio de mi depto con el pasillo “¿Sabes por qué estamos?” Me preguntó el más gordo; el flaco tenia una carpeta en la mano y miraba. “No” le respondí “La señora te denuncia. Dice que le arrancaste un cable” “Ah!" Sonreí "Si! Ves este cable? Está conectado a este cuarto que tiene luz de mi medidor. La señora hizo un agujero y anda con un machete en la mano ¿Ustedes son de la 15c, verdad?” “Si” “Entonces conoces a la inspectora Maricel” “Si” “Bueno, ella estuvo el otro día, hizo un acta y la elevó a fiscalía ¿Sabes lo que hizo esta mujer? Me rompió una pared y además macheteo esa reja ¿Ves? ¿Qué se puede hacer para que se la lleven?” “Mira, aunque no lo creas… Nosotros tuvimos casos de gente totalmente endemoniada que la llevas a una guardia, la ve el psiquiatra, le pone una inyección y los mandan a su casa. Lamentablemente, si no hay daños a terceros la justicia no puede hacer nada.” Los canas se pusieron de mi lado. “Yo me estoy mudando, viste. Si esto se pone denso los voy a llamar varias veces.” “Tranquilo. En la 15c la conocen todos. Las veces que necesites y estamos acá”.
Antes de Velazco, había tratado con la cana ¿una vez?, después de Velazco ya perdí la cuenta.
“Sabes que la loca me denunció?” “¿Por?” “Ya fue, Jere. Mañana me voy de acá.”
Acomodé tres maletas, cuatro cajas, algunos libros y tres mochilas frente al ventanal que da al patio. “¿Mañana pasas a las 9?”
La visita policial me cayó simpática. Qué distinto me noté. Algo se había movido en mi manera de hacer relaciones con el mundo. Recordé aquel momento en que perdí hogar en Stuttgart y vagabundee y resolví. Me apoye ahí y me dije “¿Qué voy a hacer despues de mañana?” No sabía. Solo tenía una certeza: preservar mi salud mental.
Cociné un guiso de lentejas y cuando estuvo listo preparé con finura una vianda y salí a la vereda. Maru estaba en la esquina, caminaba por el borde de la calle con un escobillón: juntaba las hojas de los árboles; llevaba puestas las botas leopardadas de aquel día. Cuando se acercó, le vi una cruz plástica recubierta con brillantina que le colgaba sobre el pecho. Estaba puesta “Te dejo estas lentejas” “No puedo. Igual gracias”. Me di la vuelta, caminé por el pasillo y entré al patio de mi depto, miré el cielo y acaricie la menta.
Descorche un cabernet sauvignon y vi los primeros 2 episodios de The Virtues: en el transcurso de 4 capítulos, la miniserie ensaya el despliegue de la subjetividad de un alcohólico: Joseph, un obrero británico que parte al reencuentro con su hermana y reaviva vínculos pasados luego de separarse de su esposa e hijo.
En The Virtues, el ritmo del montaje acompaña los estados anímicos y alteraciones de conciencia del personaje. Parte de la mejor literatura de la época se está escribiendo en las series; muchas de ellas no están en Netflix.
The Virtues me recordó los planteos de Mark Fischer referidos a los estados anímicos como productos estructurales, es decir a los estados anímicos que son generados o propiciados por las relaciones sociales estructuradas por el capitalismo. Al desplegar su pasado, Joseph despliega escenas que reenvían a pensar el rol de las instituciones estatales en la construcción de subjetividades. En The Virtues, la subjetividad se Joseph se presenta, en apariencia, como precaria, frágil y vulnerable como la realidad social que el personaje vive.
¿Podria, The Virtues, aportarme alguna imagen, un gesto una palabra para comprender los desequilibrios de Maru? Así como la filosofía y la literatura suelen extender mi conciencia y en el mejor de los casos provocar movimientos en mi alma; las series también me ayudan a encontrar matices en donde se posa mi mirada, mi pensamiento, mi cuerpo.
Me asomé al pasillo “¿El volumen?" dijo Maru extendiendo la "n" desde la puerta abierta de su departamento. "Ya lo bajo”. Cuando Maru se asomó al pasillo, vi que tenía puesto un vestido blanco descosido a la altura del muslo derecho; no estaba puesta, estaba enojada: ceño fruncido, mirada baja y esquiva. De 7 de la mañana a 10 de la noche, Maru lavaba, infatigablemente, entre 4 y 6 veces el pasillo común. A esa ¿9 am, tal vez? Maru ya contaba un lavado y había comenzado su eterna mudanza que iniciaba por las mañanas y culminaba por las noches desde hacia ya 6 meses ¿En qué nivel del infierno dantesco vivía esa mujer? ¿Cual era la ínfima membrana que me separaba de ese calvario? ¿Qué detergente berreta usa para lavar los pisos? El olor invadía mi patio “Lareconchadetumadrepsicoticaborrachahijaderemilputa!” grité desde la cocina de mi depto. Y entonces le mandé un mensaje a mi vecino de arriba “sabes lo que me dan ganas de hacer? Regalarle una caja de Rutini y un paqueton de merca y que reviente, que se detone y a la mierda!” Me respondió con una foto de los simuladores. “Simulemos un principio de incendio” “Lo que tenemos miedo que nos haga a nosotros?!” “Si y ahi si, llamamos a la cana y se la tienen que llevar!” “Dale!” “Bueno 👍” “No, chicos, no. Si hay fuego no cuenten conmigo”, el abogado de piel tostada y voz rasposa que en cada escena policial salió a la vereda vestido con musculosa y shorts, giró compulsivamente el cuello a los lados como un playmobil y se fue apurado para Juan B Justo.
Ahí quedó todo, en una pequeña escena mental y un textito en el grupo de wp “Qué bonita vecindad!” En cuya foto de perfil se veía a la reina Maru, “la Maru creativa a la que nadie quiere”, palabras de la reina creativa, pintando mariposas salidas del Borda en las paredes de su patio.
“¡Qué difícil es hacer la cuarentena con una vecina psicótica!” “Contame esooo”, me escribió Jere. No le respondí; preferí organizar mi salida de ese departamento “Luis, hola, mirá, mañana me voy de acá” “¿A qué hora?” “No, no sé. A la mañana, pero la hora no.” “Anota. Loyola ####” “Mañana te dejo las llaves, Luis. Mis cosas quedan acá hasta el levantamiento de la cuarentena” “Tranquilo, Matías, tranquilo.”
“Decime una cosa, Luis ¿Le hubieras ofrecido este departamento a una persona que amas? ¿Le hubieras ofrecido este departamento a tus hijas o a tus nietas?” Le hice esa pregunta hace varios meses atrás. No hubo palabras de respuesta, solo una mirada esquiva.”Sabes lo que pasa Luis, pensá la diferencia: mientras yo te ofrecí un terreno en Maschwitz donde construiste ‘la casa de tus sueños’, vos me ofreciste esto sin hablarme de esta hija de puta.”
Muchas veces pensé en mi responsabilidad en el asunto y desde entonces, aunque pensé en lo distinto que hubiera sido todo si Luis me hubiera descrito a Maru, algo cambió en mi manera de construir vínculos, de sostenerlos, evaluarlos.
A las 4 de la tarde estaba nublado. Entrecortado, sonó el timbre. Atendí el portero, no escuche a nadie. Salí a ver. Frente a la puerta que conecta el patio de mi depto con el pasillo “¿Sabes por qué estamos?” Me preguntó el más gordo; el flaco tenia una carpeta en la mano y miraba. “No” le respondí “La señora te denuncia. Dice que le arrancaste un cable” “Ah!" Sonreí "Si! Ves este cable? Está conectado a este cuarto que tiene luz de mi medidor. La señora hizo un agujero y anda con un machete en la mano ¿Ustedes son de la 15c, verdad?” “Si” “Entonces conoces a la inspectora Maricel” “Si” “Bueno, ella estuvo el otro día, hizo un acta y la elevó a fiscalía ¿Sabes lo que hizo esta mujer? Me rompió una pared y además macheteo esa reja ¿Ves? ¿Qué se puede hacer para que se la lleven?” “Mira, aunque no lo creas… Nosotros tuvimos casos de gente totalmente endemoniada que la llevas a una guardia, la ve el psiquiatra, le pone una inyección y los mandan a su casa. Lamentablemente, si no hay daños a terceros la justicia no puede hacer nada.” Los canas se pusieron de mi lado. “Yo me estoy mudando, viste. Si esto se pone denso los voy a llamar varias veces.” “Tranquilo. En la 15c la conocen todos. Las veces que necesites y estamos acá”.
Antes de Velazco, había tratado con la cana ¿una vez?, después de Velazco ya perdí la cuenta.
“Sabes que la loca me denunció?” “¿Por?” “Ya fue, Jere. Mañana me voy de acá.”
Acomodé tres maletas, cuatro cajas, algunos libros y tres mochilas frente al ventanal que da al patio. “¿Mañana pasas a las 9?”
La visita policial me cayó simpática. Qué distinto me noté. Algo se había movido en mi manera de hacer relaciones con el mundo. Recordé aquel momento en que perdí hogar en Stuttgart y vagabundee y resolví. Me apoye ahí y me dije “¿Qué voy a hacer despues de mañana?” No sabía. Solo tenía una certeza: preservar mi salud mental.
Cociné un guiso de lentejas y cuando estuvo listo preparé con finura una vianda y salí a la vereda. Maru estaba en la esquina, caminaba por el borde de la calle con un escobillón: juntaba las hojas de los árboles; llevaba puestas las botas leopardadas de aquel día. Cuando se acercó, le vi una cruz plástica recubierta con brillantina que le colgaba sobre el pecho. Estaba puesta “Te dejo estas lentejas” “No puedo. Igual gracias”. Me di la vuelta, caminé por el pasillo y entré al patio de mi depto, miré el cielo y acaricie la menta.
Descorche un cabernet sauvignon y vi los primeros 2 episodios de The Virtues: en el transcurso de 4 capítulos, la miniserie ensaya el despliegue de la subjetividad de un alcohólico: Joseph, un obrero británico que parte al reencuentro con su hermana y reaviva vínculos pasados luego de separarse de su esposa e hijo.
En The Virtues, el ritmo del montaje acompaña los estados anímicos y alteraciones de conciencia del personaje. Parte de la mejor literatura de la época se está escribiendo en las series; muchas de ellas no están en Netflix.
The Virtues me recordó los planteos de Mark Fischer referidos a los estados anímicos como productos estructurales, es decir a los estados anímicos que son generados o propiciados por las relaciones sociales estructuradas por el capitalismo. Al desplegar su pasado, Joseph despliega escenas que reenvían a pensar el rol de las instituciones estatales en la construcción de subjetividades. En The Virtues, la subjetividad se Joseph se presenta, en apariencia, como precaria, frágil y vulnerable como la realidad social que el personaje vive.
¿Podria, The Virtues, aportarme alguna imagen, un gesto una palabra para comprender los desequilibrios de Maru? Así como la filosofía y la literatura suelen extender mi conciencia y en el mejor de los casos provocar movimientos en mi alma; las series también me ayudan a encontrar matices en donde se posa mi mirada, mi pensamiento, mi cuerpo.
Continuará…